El Modernismo fue un movimiento literario que surgió no
sólo como respuesta a una coyuntura histórica. Fue
sobre todo el resultado de una búsqueda de renovación lingüística, que llegó de
Europa a través de poetas como Baudelaire, Mallarmé y Rimbaud. Como dice José
María Valverde, “El modernismo no interesa sólo por sus cualidades y virtudes
intrínsecas sino porque inaugura una nueva situación de toda actividad
literaria en lengua española”, razón por la que analizar su origen resulta
esencial para entender las claves de la poesía colombiana.
Los poetas que abren la puerta al Modernismo (poetas
como Del Casal, Martí, Silva, Gutiérrez Nájera), así como los de la
consolidación (Rubén Darío, Guillermo Valencia, Amado Nervo, José Santos
Chocano, Julio Herrera y Reissig, etc.) son simbolistas que buscan sonoridad
diferente en el idioma castellano. Poetas que hacen del acto de escribir un
taller en el cual se plantean nuevos ritmos, nuevos metros, nuevos temas, que,
aunque ya existentes en otras literaturas, eran extraños en Hispanoamérica.
En Colombia el Modernismo surgió como respuesta
a la poesía romántica, aunque, más que ruptura, se trata de una búsqueda de
temas comunes por caminos lingüísticos diferentes. “El modernismo —dice
Valverde— es el punto extremo del romanticismo, en cuanto que, en la búsqueda
de la sinceridad y la espontaneidad, desciende a la raíz del lenguaje”.
Los románticos aman la libertad, lo legendario
y, en gran medida, los temas históricos y patrióticos. El Modernismo, por el
contrario, insiste en la búsqueda de una poesía sonora, rítmica, que imite las
mismas cadencias vitales, característica que lo aproxima al movimiento
parnasiano. Además, hace apología de lo exótico y lo simbólico de la creación
poética, característica que lo enlaza con el simbolismo.
En este sentido, el surgimiento del Modernismo
se debe, en cuanto al elemento estético, a estas dos corrientes: el
parnasianismo y el simbolismo. Como dato adicional tenemos que ninguno de los
citados modernistas viajó a Francia, sino que la influencia de la poesía de
este país se dio a partir de lecturas y traducciones[i].
Muchas de las antologías poéticas e historias de
la literatura presentan al parnasianismo y al simbolismo como un mismo
movimiento surgido a mediados del siglo XIX en Francia. En realidad, el
parnasianismo tenía características propias que fueron las que, además de
diferenciarlo del simbolismo, sirvieron de fuente para la estética de la poesía
hispanoamericana. Javier Arango Ferrer afirma que “los afiliados a dicha
escuela (el Parnasianismo) fueron, ante todo, artífices del lenguaje”, mientras
que los simbolistas se inquietaban por “la música pura de la poesía, más allá
de la fonética, en los dominios del otro yo, donde viven los sueños y los
presagios”.
Como pertenecientes al parnasianismo figuran
Leconte de Lisle (1818-1894), el franco-cubano José María Heredia (1842-1905),
y Teophile Gautier (1811-1872), quien en el poema “El Arte” presenta el
manifiesto de la escuela parnasiana. Arango Ferrer, hablando de la influencia
de este poema sobre la poesía modernista colombiana afirma que “debió venirle
de perlas” a los modernistas, sobre todo a Guillermo Valencia.
Por otra parte, Sully Prudhome (1837-1907)
representa el sentir filosófico del parnasianismo. Mientras Gautier sostiene
una defensa del “arte por el arte”, Prudhomme postula el “deseo de hacer entrar
en el dominio de la poesía las maravillosas conquistas de la ciencia”.
Recordemos que la preocupación por una actualización filosófica, propia de
algunos parnasianos como Prudhomme, fue una de las constantes, no sólo en el
Modernismo, sino también en los decadentistas y post-modernistas. Ejemplo de
ello en Colombia, además de Carlos Arturo Torres, fue Baldomero Sanín Cano.
En el caso de Carlos Arturo Torres (1867-1911),
en su poema “Némesis” manifiesta la posición filosófica del parnaso colombiano:
“Y Némesis habló —de las tinieblas / y el dolor de los hombres he nacido...”.
Este poema, catalogado como el “poema filosófico de Torres”, deja claro hasta
qué punto el parnasianismo francés ejerció influencia sobre los modernistas.
Al respecto afirma Valverde: “Más parnasianismo decorativo
y pictórico que simbolismo, de ambigua profundidad abierta a una lectura
incluso filosófica”, frase que define la postura filosófica de Torres.
Dado lo anterior, el simbolismo trata de
recobrar lo que el Parnaso había desechado. Es decir, el problema del hombre y
su encuentro con el mundo. El poeta que da origen al movimiento es Baudelaire
(1821-1867), quien en “Las Flores del mal” aborda los sentimientos humanos de manera
simbólica.
Como dice Silva-Santisteban:
El espíritu de Baudelaire está teñido no sólo de
su fama de liberador estético, o de fundador de una nueva estética, sino además
del de artífice del verso que lo lleva a la perfección de un momento de
desgaste en que las aspiraciones del romanticismo habían devenido estériles y
en que las tentativas de los parnasianos, antítesis de los románticos, carecían
de la profundidad espiritual y carnal necesaria para producir ese frisson
nouveau al que Hugo aludía, refiriéndose a Les fleurs du mal, característico
de la poesía contemporánea.
Sin embargo, la divulgación del estilo
simbolista se debe principalmente a Mallarmé (1842-1898), “quien recibe de
Baudelaire el espíritu de la Modernidad”. Su poesía “más sugerente que
narrativa”, está cercana al Modernismo en tanto búsqueda de una armonía musical
desconocida por los poetas anteriores:
La lune s´attristait. Des séraphines en pleurs
Révant, l´archet aux doigts, dans le calme des
fleurs
Vaporeuses, tiraient de mourantes violes
De blancs sanglots glissant sur l´azur des
corolles
—C´était
le jour béni de ton premier baiser[ii].
En un párrafo sobre lo específico de la obra de
Mallarmé, dice Silva-Santisteban que las principales características de su
poesía son: “distanciamiento de los objetos, adormecimiento, embriaguez y
ensoñación, idealidad y alejamiento del mundo físico y apetencia cósmica del
universo”. Al igual que Baudelaire, Mallarmé sucumbió ante las “ideas severas” de
Poe, a quien llama “gran maestro”.
Así es como el poeta de Un coup de des
termina convirtiéndose en figura predilecta del Modernismo, por ser abanderado
de un nuevo arte, fundador de “la estética del futuro”[iii].
Verlaine (1844-1896), cercano al Parnasianismo
por su acendrado antirromanticismo[iv], es
reconocido principalmente por el elemento técnico de su poesía. El sonido de su
poesía es por lo general más importante que su significado. Ejemplo de ello es
el poema “Arte poética”.
De las diferentes etapas que vivió Verlaine en
su trayectoria como poeta y como ser humano —la búsqueda simbolista, su
reconversión al catolicismo y la accidentada relación con Rimbaud—, los
modernistas optaron por quedarse con el aspecto simbólico. El aporte de
Verlaine en este sentido es valioso para la literatura hispanoamericana, la
cual se caracterizó, durante el Modernismo, por un vínculo más estrecho con los
aspectos formales que con la profundidad temática.
La figura máxima del simbolismo, y quizá uno de
los poetas al que más le debe la poesía modernista, es Jean Arthur Rimbaud
(1854-1891). Es extraño que un crítico como Javier Arango Ferrer ni siquiera
nombre al genio precoz de la literatura. Anderson Imbert lo cita sólo
superficialmente. José María Valverde, por su parte, le reconoce un espacio
entre los más influyentes, aunque advierte que Rimbaud brilla por su ausencia
en todos los estudios sobre Modernismo.
Destaca en su poesía la voz personal del diálogo
con el inconsciente:
Y todavía en la vida! —¡Si la condenación es
eterna! Un hombre que desee mutilarse está condenado. ¿No? Yo me creo en el
infierno, por tanto estoy allí. El catecismo se cumple. Soy esclavo de mi
bautismo. Padres, ustedes hicieron mi desventura y la de ustedes. ¡Pobre
inocente! El infierno no puede atacar paganos—. ¡Y todavía en la vida! Más
tarde, las delicias de la condenación serán más profundas. Un crimen, pronto,
que me despeñe a la nada, según la ley del hombre.
Y la experimentación rítmica del verso y las
palabras:
Mes faims, tournez. Paissez, faims,
le pré des sons.
Attirez le gai venin
Des liserons*.
Rimbaud, quien había bebido en la poesía de
Baudelaire, termina convirtiéndose en emblema de la nueva poesía simbolista.
Además, hay otro rasgo que lo une con los poetas del Modernismo: la inquietud
sobre la muerte, el infierno y el inconsciente, constante que será evidente en
el propio Barba Jacob. Alain Borer comenta que “Las Iluminaciones”, la obra
magna de Rimbaud, debe ser considerado uno de los textos fundadores de la
modernidad. El mismo Rubén Darío evocará la gran figura de Rimbaud en el libro “Los
Raros” (1893). Sin olvidar las palabras del historiador José María Valverde
cuando advierte que de todas maneras “hay que ser cautos en cualquier estudio
sobre el influjo francés en el Modernismo”, se debe reconocer que parnasianismo
y simbolismo son, como corrientes que llegaron de París a través de lecturas y
de la moda cultural apetecida por los poetas hispanoamericanos, una gran
influencia. Tampoco se puede refutar la idea referente a la madurez cultural
que toda esta síntesis provocó sobre el espíritu hispanoamericano. Esta
conclusión es importante por cuanto los poetas colombianos del siglo XIX, como
es el caso de José Asunción Silva y Porfirio Barba Jacob, reflejan con su
lírica que ellos eran síntesis de una época y sus circunstancias culturales,
las cuales habían derivado en una “ruptura” más radical y en formas líricas más
simbolistas.
[i] Sobre el conocimiento que los primeros modernistas tuvieron de
Francia, dice Valverde que Gutiérrez Nájera, Del Casal y Martí nunca estuvieron
en Francia ni hablaron el francés, y Rubén Darío estuvo en París mucho después
de la publicación de sus Prosas Profanas, el texto clave del primer modernismo
y fuente de análisis de la evolución poética del nicaragüense. Por ello es que
Valverde afirma: “el estímulo francés fue ante todo y sobre todo por lecturas”.
[ii] La luna se afligía. Serafines en lágrimas / -en la clama soñando
de flores vaporosas- / con el arco extraían de las violas murientes / sollozos
deslizándose sobre azules corolas. / -Era el día bendito de tu beso primero” .
[iii] Esa “estética del futuro” es evidente en el poema L´aprés-midi
d´un faune, obra cuya armonía y musicalidad, así como su imaginación, le
otorgan puesto especial dentro de la poesía moderna.
[iv] Ver el poema Fiestas galantes.