"Leer el Caribe", de Alberto Salcedo Ramos

Por: Marly Oyuela

Alberto Salcedo Ramos, considerado uno de los mejores cronistas de habla hispana, es oriundo de Barranquilla, Atlántico (21 de mayo de 1963) destacado en el campo de la literatura de no ficción. Ha participado en diferentes medios y revistas nacionales como SoHo y el Malpensante, al igual ha escrito para medios de otros países como Alemania, Perú, Italia, Francia, México, entre otros. Sus obras han sido traducidas al inglés, francés, italiano y alemán.

En su carrera ha sido merecedor de varios premios: Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, en cinco ocasiones, Premio de la Cámara Colombiana del Libro como el Mejor Libro de Periodismo del Año, Premio Ortega y Gasset de Periodismo, Premio a la Excelencia de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Premio Internacional de Periodismo Rey de España y otros reconocimientos de carácter internacional.

Alberto Salcedo se caracteriza por abordar temas que le interesen, partiendo de situaciones cotidianas, como lo afirmó en una entrevista en Latin American Literature Today. Cuando cuento historias me ocupo de ciertos conflictos de los seres humanos. Es cierto que esos conflictos están determinados, en parte, por el espacio geográfico al que uno pertenece, pero también lo es que hay problemas esenciales comunes a todos los hombres: el desamor, las enfermedades, las guerras, la muerte.

Y ese gusto es evidente en Textos escogidos, donde varias de sus historias denotan el interés, la curiosidad y un trabajo previo de campo e investigación por parte del autor. El estilo que tiene este cronista para narrar no aburre porque involucra los sentidos (sonidos, aromas, texturas, sabores y paisajes) no exagera descripción del lugar o personajes, solo lo necesario, permitiéndose ser subjetivo, tarea que algunos periodistas no emplean por la idea basta de ser objetivo o neutral, sin embargo en este género se permite y el autor logra ilustrarnos por medio de su voz, utilizando sus propios adjetivos calificativos

“Para su edad, Montero era demasiado enclenque y pequeño, y su mirada, bruñida por una simpática dulzura infantil, resultaba ajena a una actividad tan hosca como el boxeo. Sus rodillas estaban infectadas de forúnculos y cicatrices de viejas peladuras. Su tierna voz inspiraría, en quienes la escuchasen sin pertenecer al mundo del boxeo, el deseo de pedirle que se retire de ese oficio tan áspero” (p. 49). De esta forma, el autor no da herramientas para la construcción de una historia que permita describir a los personajes que aborda, narra acciones que nos dan pista de la actitud, su jerga y nos revelan su esencia. También, en esa necesidad de soportar la historia, porque son historias reales, la acompaña con datos como cifras o fechas, la cual es necesario para contextualizar al lector. Otra de las características que se pueden detallar del estilo del cronista es que no es muy amplio con el guión de diálogo, solo cuando quiere hacer énfasis en una situación donde él interviene y conversaciones que den pista sobre la identidad de los personajes.

Hace una pausa y enciende un nuevo cigarrillo. Para saber cuántos se ha fumado en el rato, habría que revisar la cajetilla de veinte unidades que abrió hace poco más de media hora.

–El diablo es la plata. La gente cree que el hombre despilfarrador quema la plata. No, no... la plata es el diablo y no tiene cachos. La plata es la que lo quema a uno... el mismito diablo. (p. 70)

Un elemento clave que nos recuerda que quien escribe también es una persona y se preocupa por mostrar la esencia de él, como escritor cuando acompaña en sus líneas pensamientos que tiene en ese momento.

Ayer, después del tremendo aguacero que cayó en El Salado, resbaló en el patio fangoso de la casa y cayó de bruces contra un peñasco. Perdió el bebé de tres meses que tenía en el vientre. Y ahora dice que todavía sangra, pero que en el pueblo, desde los tiempos de la masacre, no hay ni puesto de salud ni médico permanente. Yo la miro en silencio, cierro mi libreta de notas, me despido de ella y me alejo, procurando pisar con cuidado para no patinar en la bajada de la cuesta. Veo las calles barrosas, veo un perro sarnoso, veo una casucha con agujeros de bala en las paredes. Y me digo que los paramilitares y guerrilleros, pese a que son un par de manadas de asesinos, no son los únicos que han atropellado a esta pobre gente (p. 155).

Sin olvidar que la crónica hace parte de un ejercicio periodístico, el escritor amplia detalles de la historia sin emplear en demasía conversaciones, utiliza párrafos con afirmaciones de los protagonistas de las historias. Pese a que sus textos escogidos tengan años de haberse escrito, (1991 - 2011) el autor tiene la particular forma de narrar en presente narrativo como recurso para intercalar verbos del tiempo presente entre verbos del pasado con la intención de describir hechos como si fueran actuales, hace parte de su estilo para darle viveza a la narración e involucrar al lector.

En la madrugada del 6 de septiembre de 1983, Luis Alfredo Loaiza Gómez les llevaba por fin la mercancía a los marineros suecos que había contactado una semana antes. Después de muchos contratiempos, logró reunir el pedido: veintiséis mujeres preferiblemente morenas que no sobrepasaran los veinte años. Pero ahora el riesgo consistía en que los marinos suecos ya hubieran partido y se estropeara un negocio prometedor. (p. 71)

Más que conocer la historia este cronista se esfuerza por soportarla, por ello algunas escenas que Salcedo describe, así él no haya estado presente, se toma el trabajo de recrearlas con voces prestadas, busca otras fuentes para darles credibilidad. Como su especialidad es la crónica y suelen ser textos extensos, procura que su entrada sea atractiva, solo basten un par de párrafos para querer saber más de la historia. “Chivolito” jura por Inés Cuesta, su madre, que no se duerme cada noche con la esperanza de que a la mañana siguiente amanezca muerto alguno de sus paisanos.” (p,132)

Para quienes estemos interesados en desarrollar dotes de periodista y escritor, Alberto Salcedo Ramos, es un gran referente, no sólo redacta una noticia, sino que la narra en su particular estilo, la forma en el uso de la puntuación, no es tacaño en detalles que importan, utiliza comas explicativas o guión largo y también se apoya de paréntesis cuando es necesario. En los párrafos es común encontrarse con varios puntos seguidos, algunas veces estos puntos solo separan un par de palabras, parece no ser fan del punto y coma. En ocasiones se involucra en las historias en tercera persona, como el rol de periodista que tiene su grabadora y es espectador de sus personajes.

En cuanto a su léxico en este libro empleó palabras coloquiales de la región caribeña, no omitió groserías, parece que no maquilla palabras, no se cohibió de manifestar sus emociones, fue posible percibir enojo, impotencia, alegría en sus escritos. La subjetividad cumple un papel importante en este libro que logra simpatizar con personajes que construyen un presente con historias viejas. Un recurso que identifica al autor es escribir por escenas, no es una narración lineal. Nos guía en un lugar, pasamos a un diálogo, luego a otra fuente y volvemos a otra acción. Es como ver una película a través de letras y que nos involucra los sentidos.

Este libro es el resultado del programa Leer el Caribe, evento organizado por el Banco de la República, el Observatorio del Caribe Colombiano, el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena, la Secretaría de Educación Distrital, la Red de Profesores de Literatura de Secundaria y la Universidad de Cartagena. Está compuesto por crónicas y columnas más relevantes del periodista, donde las historias se desarrollan en diferentes entornos que permiten conocer a Colombia como un país multicultural y de variedad étnica. “El hecho de que sea una recopilación de crónicas escritas a lo largo de quince años refleja una terquedad de la cual me siento orgulloso” Afirma Salcedo.

 Aquí se encontrarán con personajes de la música vallenata, personajes extintos del caribe, el desenlace de gente “reconocidas” de la región e historias de personas en anonimato que muestran una realidad cruda del país. También, nos comparten unas columnas de prensa en que son muestra del ejercicio del periodismo narrativo propio del autor. Como cereza a la torta, cierra con reflexiones sobre el oficio del cronista con aportes y consejos para desenvolvernos en este género.

“Escribir crónicas es construir memoria. Me parece que el género es apropiado para esos lectores que no llegan al texto con el único propósito de atragantarse de datos, sino que además aspiran a ser tocados por la belleza y pretenden convertir el acto de leer en una aventura vital. La crónica contribuye a sensibilizar a la gente sobre ciertos temas de interés. Los humaniza, los convierte en narración de calidad” 

Para concluir considero que escribir crónicas trasciende más de un ejercicio de redactar, investigar una tema y publicar. Para escribir se necesita añadir más ingredientes, como la pasión por el historia que se quiera abordar y disciplina para concretar una crónica. No hay que predisponerse y estar sujeto a la improvisación, el trabajo de campo es importante para apegarnos a detalles que permitan al lector sentirse allí, viviendo también la experiencia y sentirse también hablando con los personajes. Creo que hoy en día lo complicado es mantener al lector atrapado, ahora que hay tanta distracción debido a la tecnología y la pereza infundida por leer pero, ¿Qué pasa cuando el escritor es quien se distrae? Balzac, citado por Salcedo, lo expresaba de manera más ruda: “lo único que importa es poner el trasero en la silla cuantas veces sea necesario”. La moraleja es inquietante: a cualquiera le dan ganas de ser escritor: lo jodido es sentarse a escribir.

Mr. Poe*

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